Pedro era un hombre casado, que todos conocían por ser un hombre de familia. Tenía un trabajo estable, cuidaba de su casa, quería a su mujer, y todo parecía marchar viento en popa para él.
Aunque amaba a su mujer, pero todos le habían convencido de que tener amantes era cosa de hombres y cosa natural. Así que pensó “¿por qué no?”. Después de todo, soy hombre, trabajo mucho y merezco relajarme.
En las tardes, al salir del trabajo y antes de llegar a casa, Pedro se las había arreglado para tener una fogosa amante. Creyendo que podría con eso y que sabría manejar y controlar la situación, no tomó todas las precauciones del caso, y claro que no tuvo consideraciones morales de ningún tipo. Solo temía que si mujer se enterara, pues no quería separarse de ella.
Un día, la amante se le presentó en el trabajo con un sobre. En él había una prueba de embarazo. Asustado, Pedro comenzó a desesperar. No contaba con ello, pero tampoco le podía decir que abortara. Así que le propuso pagarle un pasaje a Italia para que diera a luz allá, muy lejos de casa.
Le dijo: “te pagaré los gastos, te pondré casa en Italia, pero aléjate de aquí”. La mujer aceptó. Pedro Añadió: “cuando nazca el bebé, envíame una postal que diga espagueti” y yo sabré de qué se trata.
Pasaron los 9 meses y el cartero llegó a la casa de Pedro con la postal. Su mujer la recibió, se acercó a su marido y le entregó la carta. Al leerla, Pedro cayó desmayado. Su mujer tomó la postal y leyó las palabras en ella: “Espagueti, espagueti, espagueti, espagueti, espagueti. Tres con albóndigas, dos sin ellas”.
Mire el siguiente vídeo, y no pare de reír:
