Abandonó a su madre en un asilo… minutos antes de morir ella le dijo unas palabras implacables

Parece mentira que haya gente tan mezquina que sea capaz de abandonar a su madre

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El abandono de nuestros adultos mayores es uno de los problemas que más afectan hoy en día a nuestra sociedad. Especialmente en los países desarrollados, esto se ha vuelto una realidad aplastante, si bien la tendencia va en aumento en todas partes del mundo.

¿Será acaso por esta cultura consumista? ¿Será por la destrucción de los valores de familia? Lo cierto es que son muchos los casos en que las madres, luego de sacrificar todo por los hijos, se ven en la situación de quedar solas, muchas veces totalmente a su suerte, y otras dejadas de lado en asilos, que no son siempre una residencia de retiro bien atendida, sino centros hacinados sin recursos necesarios ni profesionales adecuados para la atención geriátrica.

Este hombre del que le hablaremos dejó a su madre en un asilo, y no la visitó durante 4 años seguidos. Finalmente, llegó el día en que fue llamado por el auspicio, ya que su madre se encontraba agonizando.

Al menos para ese momento, fue capaz de presentarse. Al llegar y ver a su madre, ella le diría las últimas palabras que le impactarían para siempre.

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Después de 4 años de ausencia, el hombre le dijo a su madre que le pidiera lo que necesitara, lo cual fue indignante pues, lógicamente, ella esperaba que él se la quisiera llevar con él. Ella le dijo lo siguiente:

“Por favor, pon ventiladores en cada esquina de este asilo donde he pasado estos años. Además, ayuda a conseguir donaciones para conseguir refrigeradores que el asilo no tiene. Así, las personas que quedan y las que vendrán no comerán comida casi dañada por mala refrigeración. También puedes pedir a las autoridades más y mejor personal, ya que muchos no están capacitados para atendernos. Hazlo por mí, que soy tu madre.”

Y además, agregó lo siguiente:

“Con el paso del tiempo, terminé por acostumbrarme al calor y al hambre, aunque nunca a tu ausencia y abandono. Todos los días tenía la esperanza de que vinieras y me regalaras un minuto de tu tiempo, pero siempre estabas muy ocupado. Ahora, la peor de mis preocupaciones es que cuando envejezcas como yo, no seas capaz de acostumbrarte al abandono de tus hijos. Le pido a Dios que eso nunca te pase a ti”.

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¿Qué piensa usted?

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